Vida y
muerte. Luz y Oscuridad. Amor y Odio. Sangre y fuego. Honor y traición.
La
existencia de Hukuro Izumi se balancea sobre el filo de una espada desde su
nacimiento. Cuando su madre estaba en cinta, y faltaban 6 semanas para el
alumbramiento, su padre se vio obligado a
abandonar su hogar para acudir a la guerra, en apoyo al clan Grulla. Su madre
descansaba cuando un extraño accidente incendió la casa familiar. Varios
samuráis acudieron en su ayuda, pero cuando la encontraron era demasiado tarde.
La mujer agonizaba con grandes quemaduras que habían carbonizado su carne.
Falleció antes de que un Shugenja pudiera asistirla. Sin embargo el shugenja
creyó que se podía salvar a los nonatos. Amigo de la familia no vaciló a la
hora de tocar el cuerpo y tras hacer un corte en el vientre extrajo al bebé. El
minúsculo cuerpo estaba completamente calcinado. Los hombres, apesadumbrados,
perdida toda esperanza, estuvieron a punto de alejarse del cuerpo cuando un
llanto los hizo sobresaltarse. Dos habían de nacer, y solo una lo hizo. Vida y
muerte.
Hubieron
muchas preguntas y rumores de mi nacimiento durante mi vida. Pero durante toda
mi infancia me fue ocultado. Crecí y nací como una niña normal, mientras los
demás veían como algún tipo de demonio crecía entre ellos.
El
Shugenja que me rescató del cuerpo inerte de mi madre, Shatoshi, se hizo cargo
de mí hasta que llegase mi padre. A los meses de cumplir los 5 años, el grupo
de samuráis que el clan Hukuro envió en apoyo del clan Grulla volvió tras 6
años de campañas militares, mi padre no volvió con ellos. Recuerdo el momento
en el que me tendieron un objeto envuelto en una especie de capa. Recuerdo
abrir el paquete y encontrar una katana, la que pertenecía a mi padre. Aquella
noche tuve pesadillas, soñé con mi madre envuelta en llamas y mi padre desangrándose
en el campo de batalla. Sangre y fuego.
Tenía
11 años y los preparativos hechos para acudir a la escuela de Shugenjas del
Clan Fenix. Estaba emocionada, y Shatoshi orgulloso. Nunca le llamé padre, ni
él me llamó hija, pero yo sentía ese vínculo entre nosotros. Aunque nunca lo
dijo, yo creía que él también sentía ese vínculo y que me quería. La madrugada
del día de mi partida tuve una pesadilla. Nunca conseguí recordar el sueño o su
significado, pero recuerdo despertar entre gritos y contárselo a Shatoshi. El
que era un padre para mí siempre se había mostrado sombrío respecto a mi
destino. Una vez, aunque él no lo sabe, lo escuché decir que quizás hubiese
sido mejor que yo hubiese muerto en aquel incendio. Ni si quiera aquel día lo
vi tan sombrío como cuando le conté mi sueño. Recuerdo que me mandó a dormir, y
que cuando desperté, aún de noche, lo encontré muerto en sus aposentos. Había
cometido Sepukku. Retrocedí, asustada, ahogando un grito. Al tropezar caí
contra una estatua, haciéndola romper la ventana. El viento que entró apago más
de una docena de las velas que estaban encendidas. Yo quedé en la negrura de la
noche, mientras que la oscilante luz de algunas velas iluminaba el cuerpo de
Shatoshi, dibujando siniestras sombras vivientes en el suelo. Por un momento
sentí que las sombras eran demonios que se reían de mí. Luz y oscuridad.
A los
15 años me enamoré. Es imposible decidir de quien te enamoras. Puedes elegir
con quien vivir, pero el amor verdadero aparece sin avisar, aun cuando creías
odiar a esa persona. Llevaba 4 años estudiando en tierras Fénix. Durante todo
ese tiempo odié a Riotto con todas mis fuerzas. Hijo de nuestro sensei siempre
era el primero de la clase. Sabía cada respuesta a las preguntas, obtenía los
mejores resultados en los exámenes, y las mejores calificaciones. Cuando
llegaba la hora de demostrar las capacidades jamás pudo medirse conmigo. Tenía
un don especial con los kamis de fuego. Era capaz de igualar a Shugenjas Fénix
que estaban terminando su entrenamiento. Pero Sottomi, nuestro sensei, jamás
reconoció mis aptitudes. El resto de la clase tampoco me prestaba atención, y
todo eran halagos para Riotto. Lo que más odiaba era que solo el propio Riotto
elogiaba mis avances. No le costaba decir que creía que yo era mejor que él,
que su padre exageraba, e incluso creo que mentía diciendo que había escuchado
palabras de admiración sobre mí en su casa. El hecho es que lo odiaba y no
sabía porque, hasta que lo amé hasta no saber cuanto. Nuestro amor fue corto,
aunque intenso. Duró unas pocas semanas, cuando yo estaba a punto de volver a
tierras del clan Hukuro. Riotto siempre me decía que me buscaría, que nuestro
amor perduraría, pero no contaba con el destino. Un joven nos sorprendió. Un
joven que envidiaba mi potencial y la fama de Riotto. No pudimos detenerle.
Sottomi no me miró en la última semana. No dijo nada. Su hijo estuvo “enfermo”
todo ese tiempo. El día de mi partida, Sottomi se me acercó, y me advirtió que
no volvería a verlo a él o a su hijo. Que no volvería a tierras Fénix si sabía
lo que me convenía. Riotto también acudió a despedirme. Sus palabras fueron: “Has
causado deshonra a mí y a mi familia. No deseo volver a verte”. No lloré hasta
semanas después, pero aún sigo llorando por las noches. Amor y odio.
Cuando
volví a tierras del clan Hukuro ya era una samurái-ko. Me informé de las
circustancias de la muerte de mi madre, me enteré de mi gemelo fallecido. De
los rumores que me habían perseguido. Había llevado una vida honorable, pero
había cosechado odio y deshonra allá donde había ido. No puedo dejar de pensar que mi madre
falleció por mí, quizás si no estuviera embarazada… Tampoco se como mi hermano
pudo quedar calcinado y yo totalmente ilesa… Desconozco porque Shatoshi se
quitó la vida… Y no alcanzo a comprender porque no puedo amar a quien mi
corazón ama… Fuego, oscuridad, deshonor, odio y muerte me han acompañado toda
mi vida.
No porque la haya hecho yo, que también, ¡pero la historia ha quedado genial! Orgulloso me hallo jajaja
ResponderEliminarYo te lo dije... la historia está de PM , y encima me viene al pelo!
ResponderEliminar